PIEZA DEL MES - MAYO 2013
Huella del pie de la Virgen
Aunque la Virgen María fue asunta al cielo, la Iglesia no renunció a poseer reliquias marianas. Como no podían ser estrictamente corporales, lo eran extrínsecas o de contacto: velos, cinturones o túnicas de la Virgen se veneraban en el Medievo en algunas iglesias y catedrales. La de Toledo aún guarda la piedra que pisó la Madre de Dios, cuando se apareció al obispo Ildefonso, allá por el siglo VII. No faltaron, empero, las iglesias que decían poseer reliquias marianas reales, como mechones de sus cabellos o gotas de su leche, con las que buscaban consolar al pueblo piadoso. Motivo de devoción fueron, así mismo, las huellas o medidas de los pies. El papa Juan XXIII de Aviñón (1410-1415) llegó a conceder indulgencias a todos los fieles devotos que besaran dichos podomorfos. Quizá por ello en el mundo cristiano se conserven muchas huellas grabadas en piedra y consideradas como de los pies de la Virgen. Esculpidas por algún cantero o producto de la erosión han sido origen de santuarios y son motivo de romerías. Aunque muy tardía, el convento de Santa Clara conserva una de esas medidas, si bien bordada sobre seda y enmarcada. Una labor monjil, probablemente decimonónica, calcada de alguna de esas medidas pétreas. Muestra la planta de un pie rodeado por un halo de rayos, bordado con hilos de oro, y cristales azules. En el centro lleva escrita con tinta la leyenda latina «Vestigium + B[eatae] M[ariae] V[irginis]», que puede traducirse como huella del pie de la Bienaventurada Virgen María. Completan el cuadro un sencillo bordado con ramas y flores, que nacen de los ángulos, y mariposas en los comedios. |