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PIEZA INVITADA / JULIO-SEPTIEMBRE 2019

Nuestra Señora de los Remedios 
Madera, asta, cristal, tejidos y plata en su color 
168 x 62 x 45 cm 
Finales del siglo XV, principios del siglo XVI 

Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, Zafra 

 

 

 

En el crucero de la antigua Colegial se alza el retablo de “Los Remedios”, una pieza de traza clasicista que enmarca nueve lienzos de Zurbarán y su taller. En su única hornacina, hasta los pasados años setenta, se veneraba esta imagen que fue, entonces, retirada del culto por considerarse carente de valor artístico.

Nuestra Señora de los Remedios, el icono mariano que mayor devoción concitaba en la Zafra de la Edad Moderna por su fama milagrosa, despreciada, primero, e ignorada, después, ha permanecido en un almacén parroquial deteriorándose hasta que ha sido rescatada y restaurada a la espera de volver al retablo al que da nombre.

Su rostro ovalado de expresión solemne, su sonrisa intuida y sus afectuosas manos de dedos largos y delicados, nos hablan del hacer imaginero aún medievalizante a caballo entre los siglos XV y XVI. Tiempo después, fue retallada para poder ser vestida y sustituida o añadida la imagen del Niño.

La talla procede de la iglesia que hubo en medio de la actual plaza Grande. Dentro se encontraba el “altar de San Ildefonso”, en él que obtendría cobijo, que mantuvo en el que se instaló, décadas después, con idéntica advocación en el nuevo templo. Así refiere un inventario de 1633, realizado diez años antes de que Alonso de Salas Parra encargase el retablo zurbaranesco.

Desde el siglo XVI hasta finales del XVIII, la Virgen procesionaba el Jueves Santo, enlutada, acompañando al Cristo yacente, en la comitiva penitencial de la cofradía de la Vera Cruz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Del 25 de julio al 22 de septiembre de 2019
Sacristía conventual

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PIEZA INVITADA / SEPTIEMBRE 2018

Retablillo del Cristo del Pozo

Madera dorada y policromada
Madera y telas
Taller zafrense
Siglo XVII - XIX

Capilla del Pozo, Zafra

 


El 24 de septiembre de 1787, un hombre yendo a sacar agua del pozo, que da nombre a la calle, vio flotando la imagen de un Crucificado. Congregado el vecindario y avisada la clerecía, fue extraída con una escarpia que, aún, cuelga como testigo junto a la imagen. Informado el obispo de Badajoz resolvió que se expusiese a la devoción en la iglesia o en las inmediaciones del pozo. Por lo que, en 1792 y a costa de los vecinos, “se dispuso una decente capillita”, donde “permanece con luz toda la noche”.
La capilla, embutida en una de las casas de la calle, es tan modesta que apenas supera el metro cuadrado en planta. Cubierta con una bóveda de arista, tiene en su frente el altar con el retablo y, a la izquierda, un nicho en el que se colocaba la lámpara que lo iluminaba.
El crucificado es una talla policromada de regusto manierista, fechable a comienzos del siglo XVII, y destinada a la devoción doméstica
El retablillo seguramente es reaprovechado y obra del último tercio del siglo. Lleva, en el comedio, para alojar la imagen una hornacina cruciforme, que se enmarca con pilastrillas con cartelas y remata en un frontón curvo y volutas laterales con cogollos de frutas. Es obra vinculada a la escuela de Blas de Escobar, quizá se deba a su discípulo Alonso Rodríguez Lucas.
En el siglo XIX se añadió al retablo un zócalo de madera con una hornacina para alojar una Dolorosa, que venía a completar el significado pasional de la capilla.

 

 

Diez años después el Cristo del Pozo vuelve al Museo Santa Clara

En septiembre de 2008, el Cristo del Pozo y su retablillo estuvieron expuestos en el Museo como Pieza del Mes. Ahora, exactamente diez años después vuelven para resguardarlos tras el intento frustrado de asalto a la capilla. Tras el arreglo de la puerta que destrozaron unos desaprensivos volverán a la misma.

Noticia en la prensa
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PIEZA INVITADA / JUNIO-SEPTIEMBRE 2018

Custodia Procesional de la Colegial Insigne 

Ostensorio 
Plata dorada 
Taller madrileño 
1605 
 
Templete 
Plata en su color y dorada sobre alma de madera 
José Portillo 
Taller sevillano 
1683 

Cofradía Sacramental  
Parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, Zafra 

La primera duquesa de Feria, en abril de 1605,  al instituir una fundación para dar culto al Santísimo Sacramento en la entonces iglesia mayor de Zafra, envió desde Madrid un ostensorio o custodia de plata sobredorada y facultó a la Hermandad Sacramental para aceptar cualquier manda o limosna. Lo que explica que desde 1683 esté incorporado a un templete procesional, que ofrendaron Alonso Sánchez Ortiz y su mujer Isabel Enríquez, mayordomos de dicha cofradía.

El ostensorio muestra líneas clasicistas, propias de la platería de comienzos del XVII. Concebido como una sucesión de microarquitecturas, sobre las que tan solo resaltan una guirnalda, unos querubines y una fina decoración burilada, se  coronada con un sol de rayos alternantes y cruz central, para acoger el viril con la hostia consagrada.

El templete o urna, de casi dos metros de altura, es ya obra plenamente barroca repleta de motivos naturalistas, cartelas y volutas repujados, a los que se suman algunos querubes en relieve. Consta de un pedestal mixtilíneo y cuatro columnas salomónicas que reciben arcos de medio punto y una cúpula bulbiforme, con su linterna, campanilla e imagen de la Fe en el coronamiento. Dentro, otra peana de movidas formas aúpa el ostensorio y se rodea de otras cuatro menores, que hacen lo propio con las imágenes de los Doctores de la Iglesia Occidental: san Ambrosio, san Jerónimo, san Agustín y san Gregorio Magno.

Las dos piezas carecen de marcas, pero mientras la autoría del ostensorio aún permanece anónima, la del templete está documentada como obra de José Portillo (c. 1650-1685), un platero sevillano que, a pesar de su corta vida, dejó una producción brillante.

Inscripción en la peana:
ESTA VRNA DIO DE LIMOSNA ALONSO SANCHEZ ORTIZ/ Y SV MVGER DOÑA YSABEL ENRIQVEZ SIENDO/ MAIORDOMOS DE LA COFRADRIA DEL SANTISSIMO SACRAMEN/NTO/ DE LA YG[L]EZIA COLEGIAL DESTA BILLA DE SAFRA [H]ISOSE AÑO 1683 

 

 

Sacristía conventual
Del 5 de junio al 2 de septiembre de 2018

PIEZA INVITADA / DIC16-ENE17

 

TRIUNFO DE LA INMACULADA SOBRE EL DRAGÓN APOCALÍPTICO 

Óleo sobre lienzo   
106 x 135 cm 
Taller sevillano 
Mediados del siglo XVII 

Colección particular, Zafra 


A lo largo del siglo XVII hubo un florecimiento de la tesis inmaculadista, que argumentaba que la Virgen había sido concebida limpia del pecado original. Fue tal, que incluso la Monarquía española llegaría a preconizar este postulado para su elevación a dogma.

Pero la creencia era antigua. Las certidumbres de los primeros siglos fueron retomadas, en el medievo, por los franciscanos que se convirtieron en sus adalides.De ahí la presencia, en el lienzo, tanto del rey católico, quizá Felipe IV, como de un fraile, san Francisco seguramente, que flanquean a una mujer alada, que representa a la Inmaculada Concepción, rodeada de ángeles portadores de soles, como ella, con motes referidos a su pureza.

Es una iconografía infrecuente, cuyo sustento ideológico se encuentra en el Apocalipsis12 1-17, en el que se narra la «Visión de la Mujer y el Dragón».

Si en el capítulo, se reconoce a este como Satanás; en la Mujer se ha visto a María, que recibió «las dos alas del águila grande» para salvarse del maligno. Entonces, el Dragón de siete cabezas, irritado por no poder matarla, «se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos», a los que se identifica con los seguidores de Jesús.

En esta ofensiva contra la cristiandad, bajo el sol y la luna, la Virgen alada, el rey y el santo, conjurados, amarran con el cordón franciscano al Dragón, que se revuelve ante las estocadas que le infligen el Hijo, Cristo Nazareno en sayal, y la Iglesia. Envolviendo la batalla, se disponen el Tetramorfos, las Mujeres fuertes y guerreros antiguos.

Una alegoría franciscana sostenida en las Escrituras y en el verbo, de ahí los textos alusivos a María y las plumas portadas por los personajes.

PIEZA INVITADA

 

TRIUNFO DE LA INMACULADA SOBRE EL DRAGÓN APOCALÍPTICO

Óleo sobre lienzo  
106 x 135 cm
Taller sevillano
Mediados del siglo XVII

Colección particular, Zafra


A lo largo del siglo XVII hubo un florecimiento de la tesis inmaculadista, que argumentaba que la Virgen había sido concebida limpia del pecado original. Fue tal, que incluso la Monarquía española llegaría a preconizar este postulado para su elevación a dogma.

Pero la creencia era antigua. Las certidumbres de los primeros siglos fueron retomadas, en el medievo, por los franciscanos que se convirtieron en sus adalides.

De ahí la presencia, en el lienzo, tanto del rey católico, quizá Felipe IV, como de un fraile, san Francisco seguramente, que flanquean a una mujer alada, que representa a la Inmaculada Concepción, rodeada de ángeles portadores de soles, como ella, con motes referidos a su pureza.

Es una iconografía infrecuente, cuyo sustento ideológico se encuentra en el Apocalipsis12 1-17, en el que se narra la «Visión de la Mujer y el Dragón».

Si en el capítulo, se reconoce a este como Satanás; en la Mujer se ha visto a María, que recibió «las dos alas del águila grande» para salvarse del maligno. Entonces, el Dragón de siete cabezas, irritado por no poder matarla, «se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos», a los que se identifica con los seguidores de Jesús.

En esta ofensiva contra la cristiandad, bajo el sol y la luna, la Virgen alada, el rey y el santo, conjurados, amarran con el cordón franciscano al Dragón, que se revuelve ante las estocadas que le infligen el Hijo, Cristo Nazareno en sayal, y la Iglesia. Envolviendo la batalla, se disponen el Tetramorfos, las Mujeres fuertes y guerreros antiguos.

Una alegoría franciscana sostenida en las Escrituras y en el verbo, de ahí los textos alusivos a María y las plumas portadas por los personajes.

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