Caja relicario de los Santos Lugares 
Madera, nácar, papel, metal 
2.4 x 7.8 x 4.5 cm 
Tierra Santa. Palestina 
Siglo XVII 

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra 

Desde que san Francisco visitase los Santos Lugares, hacia 1220, los hermanos menores o franciscanos, han estado presentes en ellos. Si bien, será el Tratado de Jaffa, que pacificó Palestina durante diez años (1229-1239), el que permitiría que se asentasen en los principales lugares cristianos: el Santo Sepulcro, Belén o el Monte Sión.

Son ya ochocientos años en los que, a pesar de las persecuciones y los mártires, los franciscanos llevan conviviendo con los musulmanes y manteniendo su acción misionera.

Ocho centurias en las que miríadas de frailes viajaron por tierra y mar hasta Oriente, a la Custodia de Tierra Santa, para predicar el Evangelio, guardar los Santos Lugares y servir a los peregrinos. Cuando regresaban algunos traían reliquias, cruces y artesanías de madera y nácar que acababan en los relicarios de los conventos de la Orden.

Esta cajita es una de esas piezas traídas como un tesoro, al contener tierra y cascajos de lugares como la casa de San José y de la Virgen, el huerto de Getsemaní o el Monte de los Olivos…

Elaborada en madera con incrustaciones de cuadrifolias de nácar, se presenta como una colección, al llevar huecos separados y un trozo de papel manuscrito y pegado en la tapa indicando el lugar de procedencia.

Para un convento de clarisas, su posesión y contemplación era una manera de acercarse simbólicamente a la tierra en la que vivió la Sagrada Familia o a los lugares de la predicación y Pasión de Jesucristo.

Agnusdéi de Urbano VIII 
Cera 
15.5 x 11.5 x 1 cm 
Roma 
1636 
Monasterio de Santa María del Valle, Zafra 

En 1636, durante el pontificado de Urbano VIII (1623-1644), se moldeó y bendijo este agnusdéi oval que, aunque conservado fragmentariamente, es idéntico al expuesto en la sala La Piedad Nobiliaria del Museo, salvo que este se fecha en 1630.

En ambos, el anverso lo ocupa el cordero pascual, que sigue un modelo iconográfico replicado en el tiempo, con una leyenda cuya traducción sería: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», a la que se suma el nombre y ordinal del papa.

El reverso es más variado, eligiendo el Papa la santa imagen a representar. En nuestro caso, la de una Virgen con el Niño que puede identificarse con el icono bizantino «Salus Populi Romani», que se venera en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, a la que rodea la leyenda «Por ti somos partícipes del fruto de la vida».

En ambas faces, el exergo o espacio bajo las figuras lleva las armas papales, las tres abejas de la familia Barberini, flanqueadas por la fecha de su moldeado: el año decimotercero del pontificado.

Quebrado e incompleto, muestra agujeros asimétricos recuerdo probable de las santas reliquias que otrora se fijaron a la cera.

Estimado un sacramental, un signo instituido por la Iglesia para transmitir la gracia divina, al agnusdéi se le suponía cargado de virtudes contra diversos males, que iban enumerados en un impreso que se entregaba adjunto a los beneficiarios.

LEYENDA:
ECCE · AGN[us] · DEI · QVI · TOL[lit] · [pecata mundi] . VRBAN[us] V[III Pontifex Maximus] / AN[no] XII[I]
[Per · te · frvctvm] ·VITA · CVMMVNICAVI[mus] · [Urbanus] · [V]III · P[ontifex] · M[aximus] / [A]N[no] XIII

Jesús Nazareno 
Aguafuerte y buril sobre papel 
20 x 15 cm 
Gregorio Fosman y Medina 
Madrid 
Última década del siglo XVII 

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra 

Este grabado calcográfico, inserto en la biografía del padre Cristóbal de Santa Catalina (1638-1690), muestra la imagen de Jesús Nazareno que se venera en el hospital cordobés al que presta nombre.

El Nazareno representado es una talla anónima de fines del siglo XVI, en torno a la cual se arraciman los hermanos de una cofradía penitencial cuyas reglas se aprueban en 1579, tras asentarse en la capilla del hospital para ancianos pobres de San Bartolomé y hacerse cargo de su sostenimiento.

Durante la centuria siguiente, la cofradía vive su mayor apogeo tanto en el número de hermanos y el esplendor de sus procesiones como en la eclosión devocional hacia su imagen titular.

Al tiempo, la labor asistencial recibe un fuerte impulso gracias a la dedicación del padre Cristóbal. Era este un clérigo franciscano terciario, natural de Mérida, que funda en 1673 la congregación de franciscanos hospitalarios de Jesús Nazareno. Su caritativo ejemplo tuvo reflejo en su ciudad natal, donde a semejanza del hospital cordobés se crea otra casa: el convento-hospital de Jesús Nazareno, actual Parador de Turismo. Fue beatificado en 2013.

La plancha de esta estampa realizada por Gregorio Fosman (1653-1713) a fines del Seiscientos, se reaprovechó, dado su parecido con la imagen, en la impresión de la biografía varias décadas después. Seguramente Fosman no vio nunca la talla, sino que para ejecutar la lámina debió basarse en algún dibujo del célebre pintor y tratadista cordobés Acisclo Antonio Palomino (1655-1726), con quien el grabador trabajó en Madrid durante la última década del siglo.

En POSSADAS, Francisco: Vida, y virtudes del venerable siervo de Dios el Padre Christoval de Santa Cathalina, prébytero, natural de la ciudad de Mérida, y fundador del Hospital de Jesús Nazareno de la ciuda de Córdova, cuyo fallecimiento fue el día veinte y quatro de julio del año de 1690, Oficina de Diego y Juan Rodríguez, Córdoba, 1764.

Copón
Plata en su color y dorada
23.4 x 12 cm Ø copa
Carece de marcas
Alonso Rangel Caballero (atrib.)
Taller zafrense
Primer cuarto del siglo XVIII

Monasterio de Santa María del Valle, Zafra

En los inventarios de vasos litúrgicos de una iglesia o en los museos de arte sacro es constatable la diferencia entre el número de cálices y el de copones. Contraste que en el Convento de Santa Clara es de siete a dos.

La razón estriba tanto en la liturgia como en el consumo que del Sacramento Eucarístico les estaba permitido a los fieles.

La liturgia tridentina no admitía las concelebraciones y marcaba que cada sacerdote tenía que oficiar la misa en un altar, de ahí la proliferación de estos en los templos y de los imprescindibles cálices. Y como los fieles, incluidas las monjas, no podían comulgar diariamente y habían de hacerlo en determinadas fechas del año litúrgico, el número de copones era en consecuencia reducido.

De los dos copones de Santa Clara, uno está expuesto en el Museo y este es el que habitualmente guarda el Santísimo Sacramento en el sagrario de la iglesia.

Consta de pie circular escalonado, decorado con óvalos y círculos, enmarcados simulando pedrería, entre hojarasca y coronas de laurel, y de un pequeño astil sobre el que descansa la copa semiesférica y lisa. La tapa, que repite la composición y, en parte, la ornamentación del pie, se remata con una esbelta cruz de sección romboidal.

Ha sido atribuido a la pericia del reputado platero zafrense Alonso Rangel Caballero, cuya actividad conocida se circunscribe entre 1716 y 1727, año en que fallece prematuramente.